martes, 26 de febrero de 2013

Comerse las flores

A lo largo de las últimas semanas, y mientras veía crecer a un ritmo veloz, que me ilusiona pero que también me responsabiliza todavía más con vosotros, el número de fans que nos siguen en las redes sociales he estado pensando en contaros mi manera de entender la relación entre la comida y las flores: dos cosas que me encantan por igual.




Con flores, en el plato

Es literal, buscando material para este post me he encontrado con un sin número de artículos, recetas, propuestas e ideas para comer flores. Sí, repito, literal. Cuentan que fue el chef francés Marc Veyrat quien, poseído de un furor floral inimaginable, y no menos valor, comenzó a combinar allá por los años 80 y 90 las flores con la gastronomía en el sentido más estricto. Aunque tal atrevimiento ya venía de lejos en la historia de la cocina puesto que las rosas, y las flores del naranjo o del limonero se habían usado tradicionalmente en Oriente para elaborar confituras o condimentar platos. Flores como el jazmín, la mejorana o la hierba luisa siempre han estado en la tradición culinaria y se mantienen en la memoria colectiva de las nuevas generaciones por la influencia directa de las 'abuelas'; más prácticas y menos reticentes a su uso por las necesidades que 'os tempos da fame'/'los años del hambre' impusieron, y que, en cierta medida, han dejado un poso de reticencia integral en los más jóvenes para con semejante experimento de 'comer flores'.

Sabor y olor

Aunque es probable que el tiempo acabe abriendo nuestros paladares -digo los más inmediatos: los nuestros, los gallegos, los castellanos, los vascos, los navarros- a la flor como comida en la misma proporción que el resto de los ingredientes, a mí en realidad de las flores lo que más me gusta es su olor y su color.




¿Y a vosotros? Quienes nos honráis con vuestra presencia en El Restaurante de Carla sois testigos de lo mucho que amamos los detalles. Las pequeñas cosas que, aparte la comida, hacen agradable una velada o un almuerzo. Y entre esos detalles, las flores. Impregnando de aromas en su justa medida nuestros salones y dando a cada plato el acompañamiento de color que la vista agradece. Rosas, lírios, gardenias, pensamientos, orquídeas. Flores de aquí y de allá para dar a la comida un ambiente natural. Al menos, tan natural como la misma materia prima de la que están hechas nuestras comidas. Naturaleza, frescura, autenticidad en el plato y un paraíso de color en cada mirada.  


2 comentarios:

  1. me encanta estas mesas decoradas. un saludiño

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  2. Gracias Euge. Sabes que nos gustan los detalles y si a vosotros también, más contentos nos quedamos.

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